ES/SB 4.27.18

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Su Divina Gracia A. C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada


TEXTO 18

sa eva puryāṁ madhu-bhuk
pañcāleṣu sva-pārṣadaiḥ
upanītaṁ baliṁ gṛhṇan
strī-jito nāvidad bhayam


PALABRA POR PALABRA

saḥ—él; eva—ciertamente; puryām—en la ciudad; madhu-bhuk—disfrutar de la vida sexual; pañcāleṣu—en el reino de Pañcāla (los cinco objetos de los sentidos); svapārṣadaiḥ—junto con sus seguidores; upanītam—trajo; balim—impuestos; gṛhṇan—aceptar; strī-jitaḥ—dominado por mujeres; na—no; avidat—entender; bhayam—miedo a la muerte.


TRADUCCIÓN

El rey Purañjana recaudó impuestos en la ciudad de Pañcāla, y de esa forma pudo entregarse a la vida sexual. Completamente controlado por las mujeres, no podía comprender que su vida llegaba al final, y que el momento de su muerte se acercaba.


SIGNIFICADO

Los reyes, presidentes, secretarios y ministros, los gobernantes en general, tienen a su disposición los impuestos que recaudan entre sus súbditos, y la posibilidad de emplearlos en su propia complacencia sensorial. En el Śrīmad-Bhāgavatam se afirma que en Kali-yuga los gobernantes (rājanyas) y las personas relacionadas con el gobierno, así como los ministros y altos cargos del gobierno, secretarios y presidentes, recaudarán impuestos simplemente para emplearlos en la complacencia de sus propios sentidos. Hay tantos funcionarios y tanta burocracia que los gobiernos no pueden mantenerse sin aumentar los impuestos. Los impuestos que se recaudan se emplean en la complacencia de los sentidos de los funcionarios del gobierno. Esos políticos irresponsables olvidan que, al final, la muerte se llevará toda su complacencia de los sentidos. Algunos están convencidos de que todo se termina con la muerte. Esa teoría atea proviene del filósofo Cārvāka, quien la inventó hace muchísimo tiempo. Cārvāka aconsejaba a la gente que viviese con toda opulencia sin reparar en medios, aunque para ello tuvieran que mendigar, pedir prestado o robar. También sostenía que no hay que sentir temor de la muerte, ni de la próxima vida, ni de la vida pasada, ni de llevar una vida impía, porque cuando el cuerpo queda reducido a cenizas, todo se termina. Esa es la filosofía de los que son demasiado adictos a la materia. Esa manera de filosofar no salvará a nadie del peligro de la muerte, ni de una vida futura abominable.