ES/SB 2.6.36

Revision as of 16:05, 8 January 2024 by Caitanyadeva (talk | contribs)
(diff) ← Older revision | Latest revision (diff) | Newer revision → (diff)

Su Divina Gracia A. C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada


TEXTO 36

nato ’smy ahaṁ tac-caraṇaṁ samīyuṣāṁ
bhavac-chidaṁ svasty-ayanaṁ sumaṅgalam
yo hy ātma-māyā-vibhavaṁ sma paryagād
yathā nabhaḥ svāntam athāpare kutaḥ


PALABRA POR PALABRA

nataḥ—permítaseme ofrecer mis reverencias; asmi—estoy; aham—yo; tat—del Señor; caraṇam—pies; samīyuṣām—del alma rendida; bhava-chidam—aquello que detiene la repetición del nacimiento y la muerte; svasty-ayanam—la percepción de una felicidad total; su-maṅgalam—plenamente auspicioso; yaḥ—aquel que; hi—exactamente; ātmamāyā—energías personales; vibhavam—potencia; sma—ciertamente; paryagāt—no puede calcular; yathā—tal como; nabhaḥ—el cielo; sva-antam—su propio límite; atha—por lo tanto; apare—otros; kutaḥ—cómo.


TRADUCCIÓN

Por lo tanto, lo mejor para mí es rendirme a Sus pies, que es lo único que puede librarlo a uno de los sufrimientos del repetido proceso de nacimiento y muerte. Esa entrega es plenamente auspiciosa, y le permite a uno percibir una felicidad total. Ni siquiera el cielo puede calcular los límites de su propia expansión. Así que, ¿qué pueden hacer otras personas, si el propio Señor es incapaz de calcular Sus propios límites?


SIGNIFICADO

El Señor Brahmā, el mejor de todos los seres vivientes eruditos, el que más se sacrifica, el mejor observador de la vida austera y el mejor místico autorrealizado, nos aconseja, como maestro espiritual supremo de todo ser viviente, que uno debe simplemente rendirse a los pies de loto del Señor para lograr un éxito total, incluso hasta el límite de librarse de los sufrimientos de la vida material y ser dotado de una existencia espiritual plenamente auspiciosa. El Señor Brahmā es conocido como el pitāmaha, o el padre del padre. Un hombre joven consulta a su experimentado padre acerca del desempeño de sus deberes. Así que el padre es, por naturaleza, un buen consejero. Pero el Señor Brahmā es el padre de todo padre. Él es el padre del padre de Manu, quien es el padre de la humanidad a todo lo largo de los planetas del universo. Por consiguiente, se les pide a los hombres de este insignificante planeta que acepten la instrucción de Brahmājī, y ellos harían bien en rendirse a los pies de loto del Señor, en vez de tratar de calcular el largo y el ancho de Sus potencias. Las potencias del Señor son inconmensurables, como se confirma en los Vedas. Parāsya śaktir vividhaiva śrūyate svābhāvikī jñāna-bala-kriyā ca. Él es el mejor de todos, y todos los demás, incluso el mejor ser viviente de todos, es decir, Brahmājī, admiten que lo mejor para nosotros es que nos rindamos a Él. En consecuencia, solo aquellas personas que poseen muy poco acopio de conocimiento, pueden proclamar que ellas mismas son los señores de todo lo que ven. Y, ¿que pueden ellas ver? Ni siquiera pueden medir el largo y ancho de un pequeño cielo que se encuentra en un pequeño universo. El supuesto científico material dice que tendría que vivir cuarenta mil años para llegar al planeta más elevado del universo, transportado por un sputnik. Esto es también utópico, pues no se puede esperar que nadie viva cuarenta mil años. Además, cuando el piloto sideral regresara de su viaje, ninguno de sus amigos estaría presente para recibirlo de regreso como el mejor astronauta, lo cual se ha vuelto una moda entre los confundidos científicos modernos. Un científico que no creía en Dios, se sentía muy entusiasmado en hacer planes para su existencia material y, por lo tanto, abrió un hospital para salvar a los vivos. Pero seis meses después de abrir el hospital, él mismo murió. Así que uno no debe malograr su vida humana, que se consigue después de muchísimos cambios de cuerpos entre 8 400 000 especies de vida, tan solo en pos de la inventada felicidad material de la vida, mediante el aumento de la necesidades artificiales, y en el nombre del avance del desarrollo económico y del conocimiento científico. En vez de ello, uno simplemente debe rendirse a los pies del Señor, para así solucionar todos los sufrimientos de la vida. Esta es la instrucción que da directamente el Señor Kṛṣṇa en el Bhagavad-gītā, y esa es la instrucción que da Brahmājī, el padre supremo de todo ser viviente, en el Śrīmad-Bhāgavatam.

Cualquiera que niegue este proceso de entrega tal como se recomienda tanto en el Bhagavad-gītā como en el Śrīmad-Bhāgavatam —y, si vamos al caso, en todas las Escrituras autorizadas— será forzado a rendirse a las leyes de la naturaleza material. La entidad viviente, por su posición constitucional, no es independiente. Ella ha de rendirse, bien sea al Señor, o la naturaleza material. La naturaleza material tampoco es independiente del Señor, pues el propio Señor la ha de denominado mama māyā, o «Mi energía» (Bg. 7.4), y me bhinnā prakṛtir aṣṭadhā, o «Mi energía separada, con ocho divisiones» (Bg. 7.4). Luego la naturaleza material también está controlada por el Señor, tal como Él lo ha dicho en el Bhagavad-gītā (9.10). Mayādhyakseṇa prakṛtiḥ sūyate sa-carācaram: «Esta naturaleza material actúa tan solo bajo Mi dirección, y por ello todas las cosas se mueven». Y las entidades vivientes, siendo una energía superior a la materia, tienen poder de elección y discriminación, bien sea para rendirse al Señor, o para rendirse a la naturaleza material. Por rendirse al Señor uno es feliz y se libera, pero por rendirse a la naturaleza material la entidad viviente sufre. Así que el final de todo sufrimiento implica rendirse al Señor, debido a que el proceso de rendición en sí es bhava-cchidam (la liberación de todo sufrimiento material), svasty-ayanam (la percepción de una felicidad total), y sumaṅgalam (la fuente de todo lo auspicioso).

De modo que, la libertad, la felicidad y toda la buena fortuna pueden tan solo conseguirse mediante la entrega al Señor, debido a que Él es la libertad plena, la felicidad plena y la buena fortuna plena. Esa liberación y esa felicidad también son ilimitadas, y se las ha comparado con el cielo, si bien son infinitamente más grandes que el cielo. En nuestra posición actual tan solo podemos entender la magnitud de la grandeza de algo, cuando se lo compara con el cielo. Fracasamos en poder medir el cielo, y la felicidad y la libertad que se obtienen en asociación con el Señor son muchísimo más grandes que el cielo. Esa felicidad espiritual es tan grande, que no puede ser medida por el propio Señor, ni qué hablar de los demás.

Se dice en las Escrituras: brahma-saukhyaṁ tv anantam, la felicidad espiritual es ilimitada. Aquí se dice que ni siquiera el Señor puede medir esa felicidad. Eso no significa que el Señor no puede medirla y que, por lo tanto, es imperfecto en ese sentido. Lo que ocurre en realidad es que el Señor puede medirla, pero la felicidad del Señor es también idéntica al Señor, debido al conocimiento absoluto. Así que la felicidad que se obtiene del Señor puede ser medida por el Señor, pero luego aumenta, y el Señor la mide de nuevo, y de nuevo vuelve a aumentar, y el Señor la vuelve a medir, y en esa forma, eternamente, hay una competencia entre el incremento y la medida, hasta tal punto que, la competencia nunca se detiene, sino que continúa ilimitadamente ad infinitum. La felicidad espiritual es ānandāmbudhi-vardhanam, o el creciente océano de la felicidad. El océano material es estático, pero el océano espiritual es dinámico. El Caitanya-caritamṛta (Ādi-līlā, capítulo cuarto), Kavirāja Gosvāmī ha descrito en forma muy bella este incremento dinámico del océano de la felicidad espiritual, en la trascendental persona de Śrīmatī Rādhārāṇī, la potencia dadora de placer del Señor Kṛṣṇa.