ES/SB 7.8 El resumen


Su Divina Gracia A. C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada


Como se explica en este capítulo, Hiraṇyakaśipu se disponía a matar a su propio hijo, Prahlāda Mahārāja, pero la Suprema Personalidad de Dios apareció ante el demonio en la forma mitad león y mitad hombre, Śrī Nṛkeśarī, y le mató.

Siguiendo las instrucciones de Prahlāda Mahārāja, todos los hijos de los demonios se apegaron al Señor Viṣṇu, la Suprema Personalidad de Dios. Cuando ese apego comenzó a resultar evidente, sus maestros, Ṣaṇḍa y Amarka, sintieron mucho miedo de que la devoción de los niños por el Señor fuese cada vez mayor. Llenos de desesperación, revelaron a Hiraṇyakaśipu con todo detalle los efectos de la prédica de Prahlāda. Tras escuchar aquello, Hiraṇyakaśipu decidió matar a su hijo Prahlāda. Hiraṇyakaśipu estaba tan iracundo que Prahlāda Mahārāja no logró calmar a su demoníaco padre, ni con palabras ni postrándose a sus pies. Hiraṇyakaśipu, con la conducta característica de los demonios, proclamó su propia grandeza, diciendo que estaba por encima de la Suprema Personalidad de Dios, pero Prahlāda Mahārāja le desafió, diciéndole que no era Dios, y comenzó a glorificar a la Suprema Personalidad de Dios. Prahlāda declaró que el Señor es omnipresente, que todo está subordinado a Él, y que nadie es igual ni más grande que Él. De ese modo, pidió a su padre que se mostrase sumiso ante el Todopoderoso Señor Supremo.

Cuanto más glorificaba Prahlāda Mahārāja a la Suprema Personalidad de Dios, más iracundo y agitado estaba el demonio. Hiraṇyakaśipu preguntó a su hijo vaiṣṇava si Dios estaba dentro de las columnas del palacio, y Prahlāda Mahārāja inmediatamente contestó que el Señor está en todas partes, y que, por lo tanto, también estaba dentro de las columnas. Hiraṇyakaśipu, al escuchar la filosofía de su joven hijo, se burló de la afirmación del niño, considerándola infantil, y dio un violento puñetazo a la columna.

En cuanto Hiraṇyakaśipu golpeó la columna, de su interior salió un estruendoso sonido. Al principio, Hiraṇyakaśipu, el rey de los demonios, solo veía el pilar, pero el Señor, para dar validez a las declaraciones de Prahlāda, salió de él en Su maravillosa forma de Narasiṁha, mitad león y mitad hombre. Hiraṇyakaśipu inmediatamente tuvo la certeza de que aquella forma extraordinaria y maravillosa del Señor tenía la intención de matarle, de modo que se dispuso a luchar con aquella forma mitad hombre, mitad león. El Señor llevó a cabo Sus pasatiempos luchando con el demonio durante un cierto tiempo, y al anochecer, en el momento que separa el día y la noche, atrapó al demonio, lo puso con violencia sobre Su regazo, y lo mató, clavándole las uñas en el vientre. El Señor mató, no solamente a Hiraṇyakaśipu, el rey de los demonios, sino también a muchos de sus seguidores. Cuando ya no quedaba nadie con quien luchar, el Señor, rugiendo de ira, se sentó en el trono de Hiraṇyakaśipu.

Así se vio libre del gobierno de Hiraṇyakaśipu el universo entero; todo el mundo estaba lleno de júbilo y bienaventuranza trascendental. A continuación, todos los semidioses, encabezados por el Señor Brahmā, se presentaron ante el Señor. Allí estaban las grandes personas santas, los pitās, los siddhas, los vidyādharas, los nāgas, los manus, los vaitālikas, los kinnaras, y muchas otras clases de seres de forma humana. Todos ellos estaban de pie, no muy lejos de la Suprema Personalidad de Dios, y comenzaron a ofrecer oraciones al Señor, que, sentado en el trono, brillaba con Su refulgencia espiritual.