ES/SB 9.11 El resumen
Este capítulo explica que el Señor Rāmacandra, en compañía de Sus hermanos menores, residió en Ayodhyā y celebró diversos sacrificios.
El Señor Rāmacandra, la Suprema Personalidad de Dios, celebró diversos sacrificios con los cuales Se adoró a Sí mismo; una vez finalizados los sacrificios, dio tierras a los sacerdotes hotā, adhvaryu, udgātā y brahmā, a quienes entregó, respectivamente, las direcciones este, oeste, norte y sur; el resto lo dio al ācārya. Al comprobar la fe del Señor Rāmacandra en la casta brahmínica, y el afecto que sentía por Sus sirvientes, todos los brāhmaṇas ofrecieron oraciones al Señor y Le devolvieron todo lo que habían recibido de Él. Para ellos, la iluminación que habían recibido del Señor en lo más profundo de sus corazones era suficiente recompensa. Más tarde, el Señor Rāmacandra, vestido como una persona corriente, anduvo de incógnito por la capital para ver qué impresión tenían de Él los ciudadanos. Una noche, por casualidad, escuchó las palabras de un hombre cuya esposa había ido a casa de otro hombre. Riñendo a su mujer, el hombre expresó sus dudas acerca de la pureza de Sītādevī. El Señor regresó inmediatamente a Su palacio y, por temor a esa clase de rumores, decidió abandonar la compañía de Sītādevī, al menos desde el punto de vista externo. Así pues, repudió a Sītādevī, que estaba embarazada, y la envió al refugio de Vālmīki Muni, donde dio a luz dos hermanos gemelos, que se llamaron Lava y Kuśa. En Ayodhyā, Lakṣmaṇa fue padre de dos hijos, Aṅgada y Citraketu, Bharata engendró a Takṣa y Puṣkala, y Śatrughna fue padre de Subāhu y Śrutasena. Bharata salió en una expedición de conquista para el Señor Rāmacandra, el emperador, y luchó contra muchos millones de gandharvas. Una vez hubo acabado con ellos en la batalla, regresó a Ayodhyā con el inmenso caudal de riquezas adquirido. Śatrughna mató a un demonio llamado Lavaṇa en Madhuvana, y de ese modo estableció la capital de Mathurā. Mientras tanto, Sītādevī confió a Vālmīki Muni el cuidado de sus dos hijos y entró en la tierra. Muy afligido con esta noticia, el Señor Rāmacandra celebró sacrificios durante trece mil años. Tras narrar los pasatiempos de la partida del Señor Rāmacandra y afirmar que el Señor solo adviene para realizar Sus pasatiempos, Śukadeva Gosvāmī pone fin al capítulo explicando los resultados que se derivan del hecho de escuchar las actividades del Señor Rāmacandra y comentando la protección que el Señor ofreció a Sus súbditos y el cariño que demostró por Sus hermanos.