ES/SB 10.1.59

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Su Divina Gracia A. C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada


TEXTO 59

dṛṣṭvā samatvaṁ tac chaureḥ
satye caiva vyavasthitim
kaṁsas tuṣṭa-manā rājan
prahasann idam abravīt


PALABRA POR PALABRA

dṛṣṭvā—al ver; samatvam—que se mantenía equilibrado, sin perturbarse en el sufrimiento ni en la felicidad; tat—eso; śaureḥ—de Vasudeva; satye—fiel a su palabra; ca—en verdad; eva—ciertamente; vyavasthitim—la firmeza; kaṁsaḥ—Kaṁsa; tuṣṭamanāḥ—muy satisfecho (con la conducta de Vasudeva, que le entregó su primer hijo para cumplir su promesa); rājan—¡oh, Mahārāja Parīkṣit!; prahasan—con el rostro sonriente; idam—esto; abravīt—dijo.


TRADUCCIÓN

Mi querido rey Parīkṣit, al ver que Vasudeva era fiel a su palabra y le daba su hijo con perfecta presencia de ánimo, Kaṁsa se sintió muy feliz. Entonces, con una sonrisa en el rostro, dijo lo siguiente.


SIGNIFICADO

En este verso es muy significativa la palabra samatvam. Samatvam se refiere a alguien que se mantiene siempre equilibrado, sin dejarse afectar ni por la felicidad ni por la aflicción. Vasudeva se mantenía tan estable y equilibrado que, sin dar la menor muestra de agitación, puso su primer hijo en manos de Kaṁsa para que este lo matase. El Bhagavad-gītā (2.56) dice: duḥkheṣv anudvigna-manāḥ sukheṣu vigata-spṛhaḥ. En el mundo material, no debemos estar muy deseosos de ser felices, ni debemos perturbarnos demasiado con los sufrimientos materiales. El Señor Kṛṣṇa aconsejó a Arjuna:lll

mātrā-sparśās tu kaunteya :śītoṣṇa-sukha-duḥkha-dāḥ
āgamāpāyino 'nityās :tāṁs titikṣasva bhārata

«¡Oh, hijo de Kuntī!, la aparición temporal de la felicidad y la aflicción, y su desaparición a su debido tiempo, son como la aparición y desaparición de las estaciones del invierno y el verano. Tienen su origen en la percepción de los sentidos, ¡oh, vástago de Bharata!, y hay que aprender a tolerarlas sin perturbarse» (Bg. 2.14). El alma autorrealizada no se deja perturbar por lo que se llama felicidad y aflicción. Esto es cierto especialmente en el caso de un devoto como Vasudeva, que lo demostró con su ejemplo práctico. Vasudeva, sin perturbarse lo más mínimo, entregó su primer hijo a Kaṁsa para que lo matase.