ES/SB 6.14: La lamentación del rey Citraketu

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El Śrīmad-Bhāgavatam - Canto Sexto - Capítulo 14: La lamentación del rey Citraketu


Texto 6.14.1: El rey Parīkṣit preguntó a Śukadeva Gosvāmī: ¡Oh, erudito brāhmaṇa!, generalmente los demonios son pecadores obsesionados con las modalidades de la pasión y la ignorancia. Siendo así, ¿cómo es posible que Vṛtrāsura alcanzase un amor tan sublime por la Suprema Personalidad de Dios, Nārāyaṇa?

Texto 6.14.2: Los semidioses situados en el plano de la modalidad de la bondad, y los grandes sabios purificados de la suciedad del disfrute material, muy rara vez ofrecen servicio devocional puro a los pies de loto de Mukunda. [Por lo tanto, ¿cómo es posible que Vṛtrāsura llegase a ser un devoto tan elevado?].

Texto 6.14.3: En el mundo material hay tantas entidades vivientes como átomos. De entre ellas, solo unas pocas son seres humanos, y, de entre estas, pocas tienen interés en seguir principios religiosos.

Texto 6.14.4: ¡Oh, el mejor de los brāhmaṇas, Śukadeva Gosvāmī!, de entre muchas personas que siguen principios religiosos, solo unas pocas desean liberarse del mundo material. De entre muchos miles que desean la liberación, tal vez haya una que la alcance, abandonando el apego material por la sociedad, la amistad, el amor, el país, el hogar, la esposa y los hijos. Y, de entre muchos miles de personas liberadas, es muy difícil hallar una que haya podido entender el verdadero significado de la liberación.

Texto 6.14.5: ¡Oh, gran sabio!, de entre muchos millones de personas liberadas y perfectas en el conocimiento de la liberación, tal vez una sea devota del Señor Nārāyaṇa, Kṛṣṇa. Hallar a uno de esos devotos completamente pacíficos es algo extraordinariamente difícil.

Texto 6.14.6: Vṛtrāsura se encontraba en el ardiente fuego de la batalla y era un demonio infame y pecaminoso, siempre empeñado en causar problemas y ansiedades a los demás. ¿Cómo es posible que semejante demonio llegara a ser tan consciente de Kṛṣṇa?

Texto 6.14.7: Mi querido señor, Śukadeva Gosvāmī, Vṛtrāsura era un demonio pecaminoso, pero, aun así, demostró el valor del más glorioso de los kṣatriyas y satisfizo al Señor Indra en el combate. ¿Cómo es posible que ese demonio fuese un gran devoto del Señor Kṛṣṇa? Estas contradicciones me han creado grandes dudas, y me hacen arder de deseo por escuchar tu explicación.

Texto 6.14.8: Śrī Sūta Gosvāmī dijo: Tras escuchar la inteligente pregunta de Mahārāja Parīkṣit, Śukadeva Gosvāmī, el sabio más poderoso, se dispuso a responder a su discípulo con mucho afecto.

Texto 6.14.9: Śrī Śukadeva Gosvāmī dijo: ¡Oh, rey!, te contaré la historia que yo mismo escuché de labios de Vyāsadeva, Nārada y Devala. Por favor, escucha con atención.

Texto 6.14.10: ¡Oh, rey Parīkṣit!, en la provincia de Śūrasena vivía un rey llamado Citraketu, que gobernaba sobre toda la Tierra. Durante su reinado, la Tierra producía todo lo necesario para la vida.

Texto 6.14.11: Citraketu tenía diez millones de esposas, pero, aunque estaba capacitado para engendrar hijos, ninguna de ellas pudo darle un descendiente. El azar quiso que todas ellas fuesen estériles.

Texto 6.14.12: Citraketu, el marido de tantos millones de esposas, estaba dotado de belleza, magnanimidad y juventud. Había nacido en una familia elevada, gozaba de una educación completa, y era rico y opulento. Sin embargo, pese a todas esas cualidades, estaba lleno de ansiedad, pues no tenía ningún hijo.

Texto 6.14.13: Todas sus reinas tenían el rostro hermoso y los ojos atractivos, pero ni las opulencias que poseía, ni sus cientos de miles de esposas, ni las tierras de las que era señor absoluto, eran fuente de felicidad para él.

Texto 6.14.14: En cierta ocasión, el poderoso sabio Aṅgirā, que viajaba por todo el universo sin ocupación determinada, quiso visitar el palacio del rey Citraketu.

Texto 6.14.15: Nada más ver al sabio, Citraketu se levantó del trono y se dispuso a adorarlo. Ofreciéndole comida y agua para beber, cumplió con su deber de anfitrión de un huésped ilustre. Una vez que el ṛṣi estuvo cómodamente sentado, el rey, dominando la mente y los sentidos, se sentó en el suelo a los pies del ṛṣi.

Texto 6.14.16: ¡Oh, rey Parīkṣit!, cuando Citraketu, después de haberse postrado humildemente, se sentó a sus pies de loto, el gran sabio le felicitó por su humildad y su hospitalidad, dirigiéndose a él con las siguientes palabras.

Texto 6.14.17: El gran sabio Aṅgirā dijo: Mi querido rey, espero que tu cuerpo, tu mente, tu séquito y tus atributos de rey se encuentren bien. Cuando los siete componentes de la naturaleza material [la energía material total, el ego y los cinco objetos de complacencia de los sentidos] ejercen su función correctamente, la entidad viviente que se encuentra dentro de los elementos materiales es feliz. Sin esos siete elementos no es posible la existencia. Del mismo modo, un rey está siempre protegido por siete elementos: su instructor (svāmī o guru), sus ministros, su reino, su castillo, su tesoro, su realeza y sus amigos.

Texto 6.14.18: ¡Oh, rey!, ¡oh, señor de la humanidad!, el rey que depende de esas personas y sigue sus instrucciones es feliz. Del mismo modo, quienes le rodean también son felices si siguen sus instrucciones y obsequian al rey con sus regalos y actividades.

Texto 6.14.19: ¡Oh, rey!, ¿tienes bajo control a tus esposas, a tus súbditos, a los secretarios, a los sirvientes y a los comerciantes que venden especias y aceites? ¿Dominas perfectamente también a tus ministros, a los que viven en tu palacio, a los gobernadores de las provincias, a tus hijos y a todos los que dependen de ti?

Texto 6.14.20: Si el rey tiene la mente bajo perfecto control, todos los miembros de su familia y los funcionarios del gobierno se subordinan a él. Los gobernadores de las provincias pagan los impuestos puntualmente y sin resistencia. ¿Qué diremos entonces de los sirvientes de menos categoría?

Texto 6.14.21: ¡Oh, rey Citraketu!, observo que tu mente no está complacida. Pareces no haber alcanzado el objetivo que deseabas. ¿Eres tú la causa, o es por culpa de otro? Tu rostro está pálido y refleja una profunda ansiedad.

Texto 6.14.22: Śukadeva Gosvāmī dijo: ¡Oh, rey Parīkṣit!, el gran sabio Aṅgirā lo sabía todo, pero aun así hizo estas preguntas al rey. El rey Citraketu, que deseaba un hijo, se inclinó entonces con gran humildad y habló al gran sabio de la siguiente manera.

Texto 6.14.23: El rey Citraketu dijo: ¡Oh, gran señor, Aṅgirā!, gracias a la austeridad, el conocimiento y el samadhi trascendental, tú estás libre de todas las reacciones de la vida pecaminosa. Por esa razón, como yogī perfecto, puedes entenderlo todo, tanto interna como externamente, acerca de nosotros, las almas condicionadas en un cuerpo material.

Texto 6.14.24: ¡Oh, gran alma!, aunque eres consciente de todo, me preguntas por qué estoy lleno de ansiedad. Así pues, para satisfacer tu orden te revelaré la causa.

Texto 6.14.25: Del mismo modo que una persona afligida por el hambre y la sed no se conforma con placeres externos como collares de flores o pasta de sándalo, yo no estoy complacido con mi imperio, mi opulencia y mis posesiones, cosas estas que incluso los grandes semidioses desean. La razón es que no tengo ningún hijo.

Texto 6.14.26: ¡Oh, gran sabio!, por favor, sálvanos a mí y a mis antepasados, que van a descender a las tinieblas del infierno debido a que no tengo descendencia. Haz algo, por favor, para que pueda tener un hijo que nos libere de las condiciones infernales.

Texto 6.14.27: Satisfaciendo el ruego de Mahārāja Citraketu, Aṅgirā Ṛṣi, que nació de la mente del Señor Brahmā, se mostró muy misericordioso con él. El sabio, que era una personalidad muy poderosa, celebró un sacrificio en el que ofreció oblaciones de arroz dulce a Tvaṣṭā.

Texto 6.14.28: ¡Oh, Parīkṣit Mahārāja, el mejor de los Bhāratas!, el gran sabio Aṅgirā dio los remanentes del alimento ofrecido en el yajña a Kṛtadyuti, la primera esposa de Citraketu, la más perfecta entre sus millones de reinas.

Texto 6.14.29: A continuación, el gran sabio dijo al rey: «¡Oh, gran rey!, ahora tendrás un hijo que será causa de júbilo y también de lamentación». Diciendo esto, el sabio se marchó, sin esperar la respuesta de Citraketu.

Texto 6.14.30: Del mismo modo que Kṛttikādevī concibió un hijo llamado Skanda [Kārttikeya] tras recibir de Agni el semen del Señor Śiva, Kṛtadyuti quedó embarazada tras recibir el semen de Citraketu y comer los remanentes de alimento del yajña celebrado por Aṅgirā.

Texto 6.14.31: Tras recibir la reina Kṛtadyuti el semen de Mahārāja Citraketu, el rey de Śūrasena, su vientre fue creciendo poco a poco, ¡oh, rey Parīkṣit!, como la Luna que crece en la quincena brillante.

Texto 6.14.32: Después, a su debido tiempo, el rey fue padre de un hijo. Al conocer la noticia, todos los habitantes del estado de Śūrasena se sintieron muy complacidos.

Texto 6.14.33: Pero el más complacido era el rey Citraketu. Después de tomar un baño purificatorio, se adornó con alhajas e hizo que brāhmaṇas eruditos ofreciesen bendiciones al niño y celebrasen la ceremonia de su nacimiento.

Texto 6.14.34: A los brāhmaṇas que participaron en la ceremonia ritual, el rey, como caridad, les obsequió con oro, plata, ropas, adornos, aldeas, caballos y elefantes, además de sesenta karors [seiscientos millones] de vacas.

Texto 6.14.35: Como una nube que derrama agua sobre la tierra sin hacer distinciones, el generoso rey Citraketu, con el deseo de aumentar la fama, la opulencia y la longevidad de su hijo, fue para todos como una lluvia de todas las cosas que pudieran desearse.

Texto 6.14.36: Cuando un pobre consigue algún dinero tras pasar muchas dificultades, su afecto por ese dinero aumenta día a día. Del mismo modo, el rey Citraketu había recibido un hijo tras pasar por muchas dificultades, y su afecto por él aumentaba con el paso de los días.

Texto 6.14.37: Al igual que el padre, la madre del bebé también vio aumentar en exceso su atracción por el niño, al que prestaba cada vez mayor atención. Las otras esposas, viendo al hijo de Kṛtadyuti, estaban muy agitadas por el deseo de tener hijos. Ese deseo era violento como una fiebre.

Texto 6.14.38: A medida que criaban a su hijo con el mayor esmero, el rey Citraketu sentía aumentar su cariño por la reina Kṛtadyuti; sin embargo, su cariño por las demás esposas, que no tenían hijos, era cada vez menor.

Texto 6.14.39: Las demás reinas se sentían muy desdichadas por no tener hijos. Como el rey no les prestaba atención, se renegaban de sí mismas y se lamentaban, llenas de envidia.

Texto 6.14.40: En el hogar, una esposa sin hijos varones es tenida en menos por el esposo y deshonrada por sus coesposas como si fuese una sirvienta. Ciertamente, esa mujer se ve condenada en todo aspecto debido a su vida pecaminosa.

Texto 6.14.41: Hasta las sirvientas que se ocupan constantemente en servir al esposo son honradas por él, de forma que no tienen de qué lamentarse. Nosotras, sin embargo, hacemos de sirvientas de la sirvienta; somos enormemente desdichadas.

Texto 6.14.42: Śrī Śukadeva Gosvāmī continuó: Dejadas de lado por su marido, las coesposas de Kṛtadyuti, al ver la opulencia de Kṛtadyuti, que tenía un hijo, ardían constantemente de envidia, una envidia cada vez más fuerte.

Texto 6.14.43: La envidia llegó a ser tan grande que perdieron la inteligencia. Su corazón se hizo muy duro, y, sin poder tolerar la indiferencia del rey, finalmente envenenaron al niño.

Texto 6.14.44: Sin sospechar que sus coesposas habían envenenado a su hijo, la reina Kṛtadyuti paseaba por la casa creyéndole profundamente dormido. No se daba cuenta de que había muerto.

Texto 6.14.45: Cuando le pareció que su hijo llevaba ya mucho tiempo dormido, la reina Kṛtadyuti, que sin duda era muy inteligente, ordenó a la nodriza: «Querida amiga, por favor, tráeme a mi hijo».

Texto 6.14.46: La sirvienta se acercó al niño, que estaba acostado, y vio que tenía los ojos en blanco. Como no daba señales de vida y todos sus sentidos estaban inactivos, comprendió que estaba muerto. Al darse cuenta, inmediatamente gritó: «¡Ay de mí!, ¡estoy perdida!», y cayó al suelo.

Texto 6.14.47: Muy agitada, la nodriza se golpeaba el pecho con las manos y se lamentaba dando grandes voces. Al escuchar sus gritos, la reina acudió inmediatamente, y, al acercarse a su hijo, descubrió su repentina muerte.

Texto 6.14.48: Entre grandes lamentos, con el cabello y las ropas desarreglados, la reina cayó al suelo inconsciente.

Texto 6.14.49: ¡Oh, rey Parīkṣit!, aquellos gritos atrajeron inmediatamente a todos los habitantes del palacio, tanto hombres como mujeres. Compartiendo el mismo dolor, también ellos comenzaron a llorar. Con lágrimas fingidas y perfectamente conscientes de su ofensa, las reinas que habían envenenado al niño también lloraron.

Texto 6.14.50-51: Cuando saben que su hijo había muerto por causas desconocidas, el rey Citraketu perdió casi la vista. Avivada por el gran afecto que sentía por el niño, su lamentación crecía como un fuego ardiente; en el camino hacia dónde estaba el cadáver, resbalaba y caía al suelo una y otra vez. Rodeado por sus ministros y funcionarios, así como por los brāhmaṇas eruditos allí presentes, el rey se acercó al niño y cayó inconsciente a sus pies, con los cabellos y vestidos sueltos. Cuando volvió en sí, respiraba pesadamente, tenía los ojos llenos de lágrimas, y no podía hablar.

Texto 6.14.52: La reina, al ver que su esposo, el rey Citraketu, estaba sumido en una gran lamentación, y que su hijo, el único hijo de la familia, había muerto, rompió en todo tipo de lamentaciones. Esto aumentó el dolor en lo más profundo del corazón de todos los habitantes del palacio, ministros y brāhmaṇas.

Texto 6.14.53: La guirnalda de flores que adornaba la cabeza de la reina se desprendió, y sus cabellos se soltaron. Las lágrimas diluyeron el colirio de sus ojos y humedecieron sus pechos, cubiertos con polvo de kuṅkuma. Su fuerte llanto por la pérdida de su hijo era como el dulce sonido de un pájaro kurarī.

Texto 6.14.54: ¡Ay!, ¡oh, Providencia!, ¡oh, Creador!, en verdad eres inexperto en la creación, pues has causado la muerte de un hijo en vida de su padre; con ese acto vas en contra de las leyes de Tu propia creación. Si estás decidido a contradecir esas leyes, sin duda eres el enemigo de las entidades vivientes y no tienes la más mínima misericordia.

Texto 6.14.55: Mi Señor, tal vez digas que no hay ninguna ley que establezca que el padre tenga que morir en vida del hijo, o que el hijo tiene que nacer durante la vida del padre, pues la vida y la muerte dependen de las actividades fruitivas que se hayan realizado. Sin embargo, si la actividad fruitiva es tan poderosa como para que de ella dependan el nacimiento y la muerte, entonces no hay necesidad de ningún controlador o Dios. Es más, si dices que se necesita un controlador, debido a que la energía material no tiene poder para actuar, se Te puede responder diciendo que, si los lazos de afecto que Tú has creado se ven perturbados por la acción fruitiva, nadie criará a sus hijos con cariño, sino que todo el mundo les abandonará cruelmente a su suerte. Tú has cortado los lazos de afecto que impulsan al padre a criar al niño, y por ello das la impresión de ser inexperto y poco inteligente.

Texto 6.14.56: Mi querido hijo, estoy desamparada y muy afligida. No abandones mi compañía. Mira cómo se lamenta tu padre. Estamos desamparados porque, sin un hijo, tendremos que sufrir en las regiones más oscuras del infierno. Tú eres nuestra única esperanza de salir de esas oscuras regiones. Por eso te ruego que dejes al cruel Yama y no vayas con él.

Texto 6.14.57: Mi querido hijo, llevas mucho tiempo dormido. Ahora, por favor, levántate. Tus amiguitos te llaman para que juegues con ellos. Debes de tener mucha hambre, así que, por favor, levántate, mama de mi pecho y pon fin a nuestra lamentación.

Texto 6.14.58: Mi querido hijo, soy muy desdichada, pues no podré ver de nuevo tu dulce sonrisa. Has cerrado los ojos para siempre. Por eso deduzco que has sido llevado de este planeta a otro, del que no regresarás. Mi querido hijo, nunca más podré escuchar tu dulce voz.

Texto 6.14.59: Śrī Śukadeva Gosvāmī continuó: En compañía de su esposa, que se lamentaba así por la muerte de su hijo, el rey Citraketu, profundamente apenado, lloraba y gemía con la boca abierta.

Texto 6.14.60: Al escuchar los lamentos de los reyes, todos sus seguidores, hombres y mujeres, se unieron a su llanto. Debido a lo repentino de la desgracia, todos los ciudadanos del reino estaban al borde del desvanecimiento.

Texto 6.14.61: El gran sabio Aṅgirā, cuando supo que el rey estaba casi muerto en un océano de lamentación, fue a verle en compañía de Nārada Ṛṣi.