ES/SB 6.1: La historia de la vida de Ajamila

El Śrīmad-Bhāgavatam - Canto Sexto - Capítulo 1: La historia de la vida de Ajāmila


Capítulo 1 el resumen

Texto 6.1.1: Mahārāja Parīkṣit dijo: ¡Oh, mi señor! ¡oh, Śukadeva Gosvāmī!, ya me has explicado [en el Segundo Canto] la senda de la liberación [nivṛtti-mārga]. Quien sigue esa senda tiene asegurada la elevación progresiva hasta el sistema planetario más elevado, Brahmaloka, desde donde ascenderá al mundo espiritual junto con el Señor Brahmā. De ese modo pone fin a su ciclo de nacimientos y muertes en el mundo material.

Texto 6.1.2: ¡Oh, gran sabio Śukadeva Gosvāmī!, la entidad viviente, mientras no se libera de la infección de las modalidades materiales de la naturaleza, tiene que recibir distintos tipos de cuerpos en los que disfrutar o sufrir, y manifiesta diversas inclinaciones conforme al cuerpo que recibe. Cuando actúa en función de esas tendencias, recorre la senda denominada pravṛtti-mārga, que le permite elevarse hasta los planetas celestiales, como ya has explicado [en el Tercer Canto].

Texto 6.1.3: También has explicado [al final del Quinto Canto] las diversas formas de vida infernal, que son consecuencia de las actividades impías; has hablado también [en el Cuarto Canto] del primer manvantara, presidido por Svāyambhuva Manu, el hijo del Señor Brahmā.

Texto 6.1.4-5: Mi querido señor, nos has hablado de las dinastías de los reyes Priyavrata y Uttānapāda, y has comentado sus características. La Suprema Personalidad de Dios creó el mundo material con sus muchos universos, sistemas planetarios, planetas y estrellas, y puso en ellos diversidad de regiones, mares, océanos, montañas, ríos, jardines y árboles, con sus respectivas características, repartidos entre el planeta Tierra, los astros del cielo y los sistemas planetarios inferiores. Nos has descrito con toda claridad esos planetas y a las entidades vivientes que los habitan.

Texto 6.1.6: ¡Oh, muy afortunado y opulento Śukadeva Gosvāmī!, ahora, por favor, dime qué pueden hacer los seres humanos para no tener que pasar por los terribles sufrimientos de los mundos infernales.

Texto 6.1.7: Śukadeva Gosvāmī contestó: Mi querido rey, en esta vida realizamos actos impíos con la mente, las palabras y el cuerpo; si no expiamos debidamente esas actividades antes de morir, neutralizándolas conforme a las indicaciones de la Manu-saṁhitā y otros dharma-śāstras, es seguro que, después de morir, tendremos que pasar por los planetas infernales y padecer terribles sufrimientos, como ya antes te he explicado.

Texto 6.1.8: Por lo tanto, antes de que nos llegue la muerte, y mientras el cuerpo tenga la fuerza suficiente, debemos darnos prisa por emprender el proceso de expiación prescrito en el śāstra; de lo contrario, perderemos el tiempo, y las reacciones de nuestros pecados aumentarán. Del mismo modo que un médico experimentado sabe diagnosticar una enfermedad y recetar un tratamiento en función de la gravedad del mal, nosotros debemos someternos al proceso de expiación adecuado a la gravedad de nuestros pecados.

Texto 6.1.9: Mahārāja Parīkṣit dijo: Sabemos que las actividades pecaminosas son dañinas, pues en la vida real vemos que los delincuentes son castigados por el gobierno y reciben el rechazo de la gente; también las Escrituras y los sabios eruditos nos indican que, si cometemos actos pecaminosos, en la siguiente vida seremos arrojados a los tormentos del infierno. Sin embargo, a pesar de ese conocimiento, nos vemos forzados una y otra vez a incurrir en pecados, incluso después de realizar actos de expiación. ¿De qué sirve entonces esa expiación?

Texto 6.1.10: A veces, una persona muy atenta a no cometer actos pecaminosos, vuelve a caer víctima del pecado. Por esa razón, ese proceso de sucesivos pecados y expiaciones me parece inútil. Es como el baño del elefante, que se mete en el agua para limpiarse y darse un baño, pero tan pronto como regresa a la orilla se arroja tierra sobre el cuerpo y la cabeza.

Texto 6.1.11: Śukadeva Gosvāmī, el hijo de Vedavyāsa, contestó: Mi querido rey, los actos destinados a neutralizar las acciones impías también son fruitivos, de modo que no van a liberarnos de la tendencia a la actividad fruitiva. Las personas que se someten a las reglas y regulaciones de la expiación no son nada inteligentes. En verdad, se hallan bajo la influencia de la ignorancia. Para quien no esté libre de la modalidad de la ignorancia, los intentos de neutralizar una acción con otra acción son inútiles, pues eso no arrancará la raíz de sus deseos. Así, aunque superficialmente parezca piadosa, esa persona manifestará, sin lugar a dudas, la tendencia a las actividades impías. Por lo tanto, la verdadera expiación es la iluminación en el conocimiento perfecto, el Vedānta, que nos permite entender la Verdad Absoluta Suprema.

Texto 6.1.12: Mi querido rey, si un enfermo sigue la dieta pura y no contaminada prescrita por el médico, poco a poco llegará a curarse, y se verá libre de la infección de la enfermedad. Del mismo modo, si seguimos los principios regulativos del conocimiento, poco a poco avanzaremos hasta liberarnos de la contaminación material.

Texto 6.1.13-14: Para concentrar la mente, es necesario llevar una vida de celibato sin caer nunca. Es necesario someterse a la austeridad de abandonar voluntariamente el disfrute de los sentidos. Entonces hay que controlar la mente y los sentidos, ser caritativo, veraz, limpio, no violento, seguir los principios regulativos, y cantar con regularidad el santo nombre del Señor. De este modo, la persona sobria y fiel que conoce los principios religiosos se purifica temporalmente de todos los pecados cometidos con el cuerpo, las palabras y la mente. Esos pecados son como las hojas secas de las enredaderas al pie de los bambúes, que pueden ser quemadas por el fuego pero no pierden sus raíces, y vuelven a brotar a la primera oportunidad.

Texto 6.1.15: Raro es hallar a una persona que haya emprendido el servicio devocional de Kṛṣṇa de modo completo y puro; solo ella puede arrancar las malas hierbas de la acción pecaminosa sin posibilidad de que revivan. Para hacerlo, le basta con ocuparse en servicio devocional, del mismo modo que el sol puede disipar inmediatamente la niebla con sus rayos.

Texto 6.1.16: Mi querido rey, una persona pecaminosa puede purificarse por completo si se ocupa en el servicio de un devoto genuino del Señor y aprende con él a dedicar su vida a los pies de loto de Kṛṣṇa. Nadie puede purificarse por el simple hecho de someterse a austeridades y penitencias, ni por seguir el proceso de brahmacarya o cualquier otro de los métodos de expiación que antes expliqué.

Texto 6.1.17: La senda de los devotos puros, que manifiestan buen comportamiento y están plenamente dotados con las mejores cualidades, es, en verdad, la más auspiciosa del mundo material. Está libre de temor, y es autorizada por los śāstras.

Texto 6.1.18: Mi querido rey, del mismo modo que una vasija de vino no se purifica ni después de lavarla en las aguas de muchos ríos, los no devotos no pueden purificarse mediante procesos de expiación, por muy bien que los realicen.

Texto 6.1.19: Las personas que se han entregado por completo a los pies de loto de Kṛṣṇa al menos una vez y sienten atracción por Su nombre, forma, cualidades y pasatiempos, aunque quizás no hayan llegado a una comprensión plena de Kṛṣṇa, están completamente libres de reacciones pecaminosas, pues, han adoptado el verdadero método de expiación. Esas almas entregadas no se encuentran, ni siquiera en sueños, con Yamarāja ni sus enviados, que llevan cuerdas para atar a los pecadores.

Texto 6.1.20: En relación con esto, los sabios eruditos y las personas santas cuentan un episodio histórico muy antiguo, que trata de una discusión entre los enviados del Señor Viṣṇu y los de Yamarāja. Por favor, escucha mi relato.

Texto 6.1.21: En la ciudad de Kānyakubja vivía un brāhmaṇa llamado Ajāmila, que se casó con una criada que era prostituta, y que, por relacionarse con aquella mujer de baja clase, perdió todas sus cualidades brahmínicas.

Texto 6.1.22: Aquel brāhmaṇa caído, Ajāmila, hacía sufrir a los demás; les arrestaba, les engañaba en el juego, o les asaltaba directamente. Esa fue su forma de ganarse el sustento y mantener a su esposa e hijos.

Texto 6.1.23: Mi querido rey, en esas actividades pecaminosas y abominables destinadas a mantener a su numerosa familia, desperdició su tiempo hasta cumplir ochenta y ocho años.

Texto 6.1.24: El viejo Ajāmila tenía diez hijos, el menor de los cuales era el pequeño Nārāyaṇa. Nārāyaṇa, al ser el menor de todos, era, de modo natural, muy querido por sus padres.

Texto 6.1.25: El anciano Ajāmila estaba muy apegado a los balbuceos del niño y a sus torpes movimientos. Siempre estaba cuidándole, y disfrutaba de sus actividades.

Texto 6.1.26: Mientras masticaba y comía su alimento, Ajāmila llamaba al niño para que comiera con él, y cuando bebía, lo llamaba para que también él bebiese. Siempre dedicado a cuidar del niño y a pronunciar su nombre, Nārāyaṇa, Ajāmila no se daba cuenta de que su tiempo se agotaba y la muerte se le echaba encima.

Texto 6.1.27: Cuando le llegó la hora de la muerte, el necio Ajāmila pensaba solamente en su hijo Nārāyaṇa.

Texto 6.1.28-29: Ajāmila vio entonces a tres individuos de aspecto extraño, de rostros feroces y retorcidos, con cuerpos deformes cubiertos de vellos erizados. Traían cuerdas en las manos y habían ido para llevárselo a la morada de Yamarāja. Ajāmila se sintió muy confuso al verles y, llevado del apego, llamó a voces a su hijo, que jugaba a muy poca distancia. Fue así como, por una u otra razón, cantó el santo nombre de Nārāyaṇa con lágrimas en los ojos.

Texto 6.1.30: Mi querido rey, los sirvientes de Viṣṇu, los viṣṇudūtas, al escuchar el santo nombre de su Señor en labios del moribundo Ajāmila, que, presa de una enorme ansiedad, lo había cantado sin cometer ofensas, se presentaron inmediatamente en el lugar.

Texto 6.1.31: Los enviados de Yamarāja estaban arrancando el alma de lo más hondo del corazón de Ajāmila, el esposo de la prostituta, pero los mensajeros del Señor Viṣṇu, los viṣṇudūtas, se lo prohibieron con voces resonantes.

Texto 6.1.32: Ante esta prohibición, los mensajeros de Yamarāja, el hijo del dios del Sol, contestaron: Señores, ¿quiénes son, que tienen la osadía de desafiar la autoridad de Yamarāja?

Texto 6.1.33: Queridos señores, ¿a quién sirven?, ¿de dónde han venido?, y ¿por qué nos prohíben tocar el cuerpo de Ajāmila? ¿Son semidioses de los planetas celestiales?, ¿o acaso semidioses menores?; ¿son los mejores de los devotos?

Texto 6.1.34-36: Los mensajeros de Yamarāja dijeron: Sus ojos son como los pétalos de la flor de loto. Vestidos con sedas amarillas, y adornados con collares de flores de loto y maravillosos yelmos y pendientes, tienen un aspecto fresco y juvenil. Sus cuatro largos brazos están embellecidos con arcos y aljabas de flechas, y con espadas, mazas, caracolas, discos y flores de loto. Su refulgencia ha disipado las tinieblas de este lugar con una luz extraordinaria. Y bien, señores, ¿por qué impiden nuestro trabajo?

Texto 6.1.37: Śukadeva Gosvāmī continuó: Tras escuchar las palabras de los mensajeros de Yamarāja, los sirvientes de Vāsudeva sonrieron y, con voces tan profundas como el estruendoso sonido de las nubes, dijeron las siguientes palabras.

Texto 6.1.38: Los benditos mensajeros del Señor Viṣṇu, los viṣṇudūtas, dijeron: Si de verdad son sirvientes de Yamarāja, tienen que explicarnos el sentido de los principios religiosos y las características de la irreligión.

Texto 6.1.39: ¿Cuál es el proceso para imponer un castigo? ¿Quién merece realmente ser castigado?; ¿acaso todos los karmīs ocupados en actividades fruitivas, o solo algunos de ellos?

Texto 6.1.40: Los yamadūtas contestaron: Lo que se prescribe en los Vedas constituye el dharma, los principios religiosos, y lo contrario es irreligión. Los Vedas son directamente la Suprema Personalidad de Dios, Nārāyaṇa, y nacen por sí solos. Así lo hemos escuchado de labios de Yamarāja.

Texto 6.1.41: La causa suprema de todas las causas, Nārāyaṇa, Se encuentra en Su propia morada en el mundo espiritual; no obstante, Él controla toda la manifestación cósmica por medio de las tres modalidades de la naturaleza material (sattva-guṇa, rajo-guṇa y tamo-guṇa). De este modo, cada entidad viviente recibe distintas cualidades, distinto nombre [como brāhmaṇa, kṣatriya, vaiśya y śūdra], distintos deberes correspondientes a la institución de varṇāśrama, y distinta forma. Nārāyaṇa es, pues, la causa de toda la manifestación cósmica.

Texto 6.1.42: El Sol, el fuego, el cielo, el aire, los semidioses, la Luna, la tarde, el día, la noche, las direcciones, el agua, la tierra y la Superalma misma son testigos de las actividades de la entidad viviente.

Texto 6.1.43: Candidatos al castigo son aquellos que, según confirman todos estos testigos, se han desviado de sus deberes regulativos prescritos. Todo el que se ocupa en actividades fruitivas, se expone a recibir el castigo que corresponde a sus actos pecaminosos.

Texto 6.1.44: ¡Oh, habitantes de Vaikuṇṭha!, ustedes son intachables, pero los que habitan en el mundo material, tanto si son piadosos como si realizan actividades impías, son todos karmīs. Como están contaminados por las tres modalidades de la naturaleza y tienen que actuar conforme a ellas, pueden realizar actividades tanto de un tipo como de otro. Quien ha recibido un cuerpo material no puede estar inactivo, y para quien actúa bajo las modalidades de la naturaleza material, la acción pecaminosa es inevitable. Por lo tanto, todas las entidades vivientes del mundo material merecen ser castigadas.

Texto 6.1.45: En la siguiente vida, la persona tiene que disfrutar o sufrir las reacciones correspondientes a su karma, en proporción a las actividades religiosas o irreligiosas realizadas en esta vida.

Texto 6.1.46: ¡Oh, los mejores entre los semidioses!, en la vida podemos apreciar tres facetas distintas, que se deben a la contaminación de las tres modalidades de la naturaleza material. De ese modo, se dice que las entidades vivientes son pacíficas, inquietas o necias; felices, desdichadas o medianamente felices; religiosas, irreligiosas o semirreligiosas. Podemos deducir que esos tres tipos de naturaleza material actuarán de modo análogo en la siguiente vida.

Texto 6.1.47: La llegada de la primavera nos descubre la naturaleza de todas las primaveras pasadas y futuras; del mismo modo, esta vida de felicidad, de sufrimiento o de mezcla de felicidad y sufrimiento, da testimonio de las actividades religiosas o irreligiosas de las vidas pasadas y futuras.

Texto 6.1.48: El omnipotente Yamarāja es como el Señor Brahmā, pues, desde su propia morada o desde el corazón de todos, en forma de Paramātmā, observa mentalmente las actividades pasadas de la entidad viviente, y de ese modo comprende cómo actuará en vidas futuras.

Texto 6.1.49: Una persona que duerme, actúa conforme al cuerpo manifestado en sus sueños y se identifica con él; del mismo modo, sin poder conocer las vidas pasadas y futuras, nos identificamos con nuestro cuerpo actual, que hemos adquirido debido a las acciones religiosas o irreligiosas que hayamos llevado a cabo en el pasado.

Texto 6.1.50: Por encima de los cinco sentidos de percepción, los cinco sentidos para la acción y los cinco objetos de los sentidos, está la mente, que es el decimosexto elemento. Por encima de la mente está el elemento decimoséptimo, el alma, la propia entidad viviente, que, en colaboración con los otros dieciséis, disfruta sola del mundo material. El ser vivo disfruta de tres tipos de situaciones: la felicidad, la aflicción, y la mezcla de ambas.

Texto 6.1.51: El cuerpo sutil se compone de dieciséis partes: los cinco sentidos de adquisición de conocimiento, los cinco sentidos para la acción, los cinco objetos para el placer de los sentidos, y la mente. Ese cuerpo sutil es un efecto de las tres modalidades de la naturaleza material. Está compuesto de deseos muy fuertes, insuperables, y por ello es causa de que la entidad viviente transmigre de un cuerpo a otro, pasando por la vida humana, la vida animal y la vida de semidiós. La entidad viviente que recibe un cuerpo de semidiós, ciertamente se llena de júbilo; en el cuerpo humano, se lamenta sin cesar; y cuando recibe un cuerpo animal, siempre tiene miedo. Sin embargo, en cualquiera de las circunstancias su situación es miserable. Esa condición miserable se denomina saṁsṛti, o transmigración en la vida material.

Texto 6.1.52: La necia entidad viviente corporificada, incapaz de controlar la mente y los sentidos, se ve forzada a actuar en contra de sus propios deseos, conforme a la influencia de las modalidades de la naturaleza material. Es como el gusano de seda, que teje un capullo con su propia saliva y queda atrapado en él sin posibilidad alguna de salir. La entidad viviente, tras quedar atrapada en la red de sus propias actividades fruitivas, no encuentra la manera de liberarse. De ese modo, vive siempre confundida, y muere una y otra vez.

Texto 6.1.53: Ni una sola de las entidades vivientes puede permanecer inactiva, ni siquiera por un instante. Tienen que actuar conforme a su tendencia natural y en función de las tres modalidades de la naturaleza material, pues esa tendencia natural las fuerza a actuar de determinada manera.

Texto 6.1.54: La causa invisible del cumplimiento de los deseos del ser vivo son sus actividades fruitivas, piadosas o impías. Esa causa invisible es la raíz de los diversos cuerpos de la entidad viviente, la cual, llevada por su intenso deseo, nace en una determinada familia y recibe un cuerpo que es semejante, o bien al de su madre, o bien al de su padre. Los cuerpos denso y sutil se crean conforme a su deseo.

Texto 6.1.55: Debido al contacto con la naturaleza material, la entidad viviente se encuentra en una posición difícil; sin embargo, en la forma humana de vida tiene la posibilidad de superarla, si aprende a relacionarse con la Suprema Personalidad de Dios o Su devoto.

Texto 6.1.56-57: En sus comienzos, este brāhmaṇa, Ajāmila, estudió todas las Escrituras védicas. Era un modelo de buenas cualidades, buen carácter y buena conducta. Firmemente establecido en la práctica de todos los mandamientos védicos, era muy manso y amable; siempre tenía la mente y los sentidos bajo control. Además de ser muy puro, siempre decía la verdad y sabía cantar los mantras védicos. Ajāmila era muy respetuoso con su maestro espiritual, con el dios del fuego, con los invitados y con sus mayores. Estaba libre de prestigio falso. Era honrado, de conducta intachable, y benévolo con todas las entidades vivientes. Nunca hablaba de cosas inútiles y no envidiaba a nadie.

Texto 6.1.58-60: Cierto día, a pedido de su padre, este brāhmaṇa, Ajāmila, fue al bosque a recoger frutas, flores y dos tipos de hierbas, llamadas samit y kuśa. Cuando volvía a casa, pasó cerca de un śūdra, un hombre de cuarta categoría, que, lleno de lujuria, abrazaba y besaba desvergonzadamente a una prostituta. El śūdra sonreía, cantaba y disfrutaba como si no hubiera nada de malo en lo que hacía. Habían bebido, y a ella, con la embriaguez, le daban vueltas los ojos y se le habían soltado las ropas. Ese era su estado cuando Ajāmila los vio.

Texto 6.1.61: El śūdra estrechaba a la prostituta entre sus brazos, adornados con polvo de cúrcuma. Al ver a aquella mujer, en el corazón de Ajāmila despertaron los dormidos deseos de disfrute, y, bajo la influencia de la ilusión, quedó controlado por ellos.

Texto 6.1.62: Ajāmila, con paciencia, hizo todo lo que pudo por recordar las instrucciones de los śāstras, que aconsejan ni siquiera mirar a las mujeres. Con ayuda de ese conocimiento y de su intelecto, trató de dominar sus deseos lujuriosos, pero la fuerza de Cupido en su corazón le impidió controlar la mente.

Texto 6.1.63: Del mismo modo que el Sol y la Luna son eclipsados por un planeta inferior, el brāhmaṇa perdió todo su buen juicio. Aprovechando la situación, siempre pensaba en la prostituta; al poco tiempo, la había empleado como sirvienta en su casa y había abandonado todos los principios regulativos de los brāhmaṇas.

Texto 6.1.64: Fue así como Ajāmila comenzó a gastar todo el dinero que había heredado de su padre en obsequios materiales para tener contenta a la prostituta. Por satisfacerla, abandonó todas sus actividades brahmínicas.

Texto 6.1.65: El brāhmaṇa Ajāmila cayó víctima de la lujuriosa mirada de la prostituta, que le atravesó la inteligencia, y en su compañía cometió muchas actividades pecaminosas. Llegó hasta al extremo de dejar a su joven y bella esposa, que venía de una familia de brāhmaṇas muy respetable.

Texto 6.1.66: Este sinvergüenza nació en una familia brāhmaṇa, pero, por relacionarse con la prostituta, perdió la inteligencia. Sin reparar en medios, lícitos o ilícitos, se dedicó a conseguir dinero para mantener a los hijos de aquella mujer.

Texto 6.1.67: Este brāhmaṇa consumió su larga vida de un modo irresponsable, pasando por alto todas las reglas y regulaciones de las Sagradas Escrituras, dándose al derroche y comiendo alimentos cocinados por una prostituta. Así pues, está lleno de pecados. Es impuro y está apegado a actividades prohibidas.

Texto 6.1.68: Este hombre, Ajāmila, no se ha sometido al proceso de expiación. Por lo tanto, en vista de su vida pecaminosa, debemos llevarle ante Yamarāja para que reciba su castigo. Allí, en función de sus pecados, será castigado, y de ese modo se purificará.